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PATRIMONIO, MEMORIA E
INDUSTRIA:
CASTILLETES Y POZOS DE
LA MINERÍA DEL CARBÓN EN
EL VALLE DEL ALTO
GUADIATO (CÓRDOBA)
Luis Miguel Prados Rosales
RESUMEN
La mutidisciplinariedad que han venido caracterizando las investigaciones entorno al patrimonio indus-
trial, han otorgado a la Historia del arte una perspectiva en el estudio de estas manifestaciones, donde
la estética particular y la relación de tales obras con su territorio ofrecen una visión integral de un pai-
saje en el que los vínculos que presenta con su patrimonio más cercano, convierten este tipo de aná-
lisis en verdaderas “constituciones” de su memoria colectiva. El territorio que abordamos, el valle del
alto Guadiato concentra alguna de sus identidades en los restos de su historia industrial, esencialmen-
te minera, donde los castilletes metálicos son partícipes de diferentes caracterizaciones tipológicas,
estéticas y tecnológicas, al mismo tiempo que se integran en una red de manifestaciones que, a nivel
global, otorgan sentido al territorio.
PALABRAS CLAVE: Patrimonio industrial, valle del alto Guadiato, arquitectura industrial.
ABSTRACT
The multiple disciplines that have being describing the investigation about industrial heritage, have
granted to the History of art a perspective in the study of this manifestations, where the particular aes-
thetic and the relation of such work with their territory, offer an all-round vision of a landscape whose
cosest bonds with their heritage turn this type of analysis in true “constitutions” of their collective
memory. The territory we approached, the Guadiato high valley, concentrates some of its identities in
the rest of this industrtial history, esencialmente miner, where the metallic drilling rigs participate in dif-
ferent typological, aesthetic and technological characterzations, which are as well integrated in a net-
work of manifestations that, at global level, grant sense to the territory.
KEYWORDS: Industrial heritage, Guadiato high valley, industrial architecture
INTRODUCCIÓN
La evolución que ha experimentado la noción de patrimonio, ha permitido situar su círculo de significa-
ción cerca de manifestaciones como la industria que, en diversos territorios constituye el componente más
importante de su memoria colectiva. La actividad industrial en el valle del alto Guadiato tuvo como principal
eje la minería, actividad que actuó como motor de creación económica y cultural. Este fenómeno, se inserta
en un contexto más amplio que afectó a diversos territorios de la geografía andaluza, protagonizado por el
efecto tardío que provocó el fenómeno de expansión industrial, decisivo para el crecimiento de diversos
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núcleos de población donde, en un primer momento, la Gran Revolución a penas había tocado las estructu-
ras urbanas y sociales. En este sentido, los principales núcleos que integran el alto valle del Guadiato, la
actual Peñarroya-Pueblonuevo, Belmez o Espiel se beneficiaron de esta realidad gracias a una coyuntura
donde condicionantes históricos, económicos y legislativos ligados al capital francés, jugaron un papel clave
en la profunda transformación que sufrió este territorio.
Como se ha indicado, la minería, se convirtió en motor de un territorio, la cuenca carbonífera del
Guadiato, generando una ingente cantidad de obras de arquitectura e ingeniería repartidas por toda la comar-
ca y ocasionando una profunda transformación urbana que estuvo caracterizada por la ampliación de las ciu-
dades en base al crecimiento demográfico, por un lado, y por el desarrollo de trazas urbanísticas ortogona-
les, así como la construcción de obras de arquitectura de estilo francés o el desarrollo de una arquitectura
ferroviaria, por otro. No obstante, el presente análisis se centra fundamentalmente en un tipo de construccio-
nes, los castilletes o malacates, repartidos por toda la cuenca carbonífera y caracterizados por distinciones
tipológicas que, en su mayoría, escapan a las concepciones estéticas genéricas derivadas de la arquitectu-
ra del hierro. Sin embargo, la intensidad con que estas obras se relacionan con su entorno y su enorme grado
de significación para configurar las identidades de este territorio, obliga a acometer un estudio pormenoriza-
do de las mismas, teniendo en cuenta, no obstante, que su cronología nos ofrece unas fuentes muy diversas
para la investigación, tales como fotografía histórica o fuentes orales, así como los archivos de empresa.
EL LUGAR DEL PATRIMONIO INDUSTRIAL: CONTEXTO SIGNIFICATIVO DE LOS CASTILLE-
TES Y POZOS DE LA MINERÍA DEL CARBÓN
En la actualidad, los bienes integrantes de esta categoría patrimonial pasan casi desapercibidos en una
sociedad cuyos valores oscilan vertiginosamente. Sin embargo en el momento de su desarrollo, estos edifi-
cios y obras de ingeniería irradiaban la ilusión de la prosperidad, la civilización y el progreso
2
. A esta situa-
ción han contribuido diversos factores inherentes al fenómeno de la industrialización. En primer lugar los mati-
ces del desarrollo industrial que conllevan modificaciones y transformaciones en el espacio de trabajo y, por
consiguiente del propio edificio o instalación
3
, que, aunque en algunos casos han supuesto la eliminación de
elementos verdaderamente significativos, este dinamismo ha generado y genera un patrimonio creciente,
cuyo volumen y características poco tienen que ver con la civilización preindustrial, planteándose ahora nue-
vas maneras de abordarlo
4
; sin embargo, el problema reside en el rechazo de las empresas industriales hacia
mecanismos de tutela cultural o restauración de “meros espacios productivos”. En segundo lugar, no asisti-
mos a una identificación de los receptores de estas obras con las mismas. El fenómeno es más bien el opues-
to, si tenemos en cuenta la multitud de personas que han dependido de la industria en todas sus manifesta-
ciones y que en la actualidad, debido al cierre o transformaciones de las mismas, no experimentan gran
empatía hacia este tipo de bienes, que, por otro lado, son ajenos a las imágenes estereotipadas del patrimo-
nio artístico en las que nuestra sociedad está educada
5
. Por todo ello, la extremada cautela que exige poner
en marcha una investigación y puesta en valor de estos bienes, conviene orientarla hacia dos horizontes prin-
cipales: de una lado, la necesidad de concienciar a las personas y organismos públicos e institucionales en
el ámbito local
6
; y de otro, la realización de acciones diversas y coordinadas, tendentes a conocer, proteger,
rehabilitar, reutilizar y difundir, para que este patrimonio sea social y económicamente rentable
7
. Se trata, en
definitiva y mediante este tipo de acciones de “traspasar el umbral que supone equiparar los espacios de tra -
bajo con los espacios señoriales y de culto y despojar a los objetos y herramientas de la mera consideración
costumbrista”
8
. Actitud esta bastante compleja pero que, sin embargo, ya encuentra amplio desarrollo en
diversos países
9
.
CARACTERIZACIÓN DEL PATRIMONIO INDUSTRIAL MINERO
Después de este sucinta visión de los problemas y necesidades que el patrimonio industrial presenta
y la necesidad de salvarlos para otorgar un lugar adecuado a su ser, conviene definir los aspectos que, den-
tro del amplio abanico de la producción industrial, otorgan al patrimonio minero unas señas de identidad que
pueden rastrearse en los diferentes espacios donde éste ha dejado su huella. Al respecto, este patrimonio se
caracteriza por su dispersión y diversidad, encontrándonos elementos tan dispares como pozos con castille-
tes, cabrias o malacates, escombreras, sistemas de selección, molturaje o preparación, hornos y chimeneas
de fundición, almacenes, naves, tolvas, líneas de ferrocarril y embarcaderos, generadores de energía, etc
10
.
Así mismo, la especificidad y el fuerte componente medioambiental son aspectos que definen este tipo de
bienes
11
. Por todo ello, resulta conveniente matizar diversos aspectos que inciden en la caracterización, gros -
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so modo, de los bienes objeto de esta investigación. En este sentido, los restos materiales derivados de la
actividad minera del carbón, en relación con su entorno de desarrollo presenta diversas particularidades que
aconsejan un enfoque global independientemente de la disciplina desde la que se aborde su análisis. En pri-
mer lugar, mediante estos restos materiales puede evidenciarse una fuerte relación y vinculación de los
recursos humanos y el territorio, en base a la propia actividad minera, lo que genera un paisaje específi-
co y singular que hoy día se mantiene en las zonas que tradicionalmente han desarrollado esta actividad; por
otro lado, se produce un establecimiento y ordenamiento de las actividades en base a cuatro funciones
básicas: investigación, extracción, tratamiento y transporte del mineral; ello suscita la aparición de otras
fuerzas industriales como el ferrocarril –entre otras actividades-, así como el levantamiento de una arqui-
tectura industrial adaptada a las funciones requeridas. De esta diversidad participa también el propio carác-
ter patrimonial asociado a estos bienes, de manera que irrumpen en este vasto ámbito aspectos históricos,
culturales, técnicos, artísticos, emocionales, testimoniales o prácticos. Estas características, además de otras
muchas que irán evidenciándose a lo largo del trabajo, pueden rastrearse en las diferentes cuencas mineras
españolas, las cuales, algunas más que otras, han experimentado una investigación llevada a cabo desde
diferentes disciplinas y enfoques. Independientemente de la zona investigada, en todas ellas supone un alto
porcentaje de la memoria colectiva que ese territorio o localidad posee. Al respecto Mercedes López García
resume perfectamente la importancia de conocer y conservar este tipo de bienes: “En este fin de siglo al que
asistimos a bruscos y repentinos cambios dominados por la automatización, que nos adentra en una nueva
era neoindustrial, es necesario tener presente nuestro pasado más próximo para comprender mejor el futu -
ro y conformar con ello la imagen y personalidad de nuestro lugar”
12
.
EL TERRITORIO: EL VALLE DEL ALTO GUADIATO
El valle del alto Guadiato situado en la Sierra Morena cordobesa, al noroeste de la provincia de
Córdoba, configura la comarca homónima y se encuentra formada por los municipios de Belmez, Peñarroya-
Pueblonuevo, Fuente Obejuna, Valsequillo, La Granjuela y Los Blázquez. Nosotros incluimos el término de
Espiel por la unidad histórica que presenta con estos municipios vinculada a la impronta de la minería del car-
bón.
Su trayectoria histórica, sus condicionantes socioeconómicos y la dispersión y el aislamiento sufrido
por gran parte de la población, han provocado una grave crisis que comenzó en la segunda mitad del siglo
XX
13
. A pesar de estas visicitudes, la geografía que caracteriza este territorio presenta una variedad muy
apreciable. En este sentido, limita al norte con el Valle de los Pedroches; al este se sitúan los términos muni-
cipales de la comarca del Alto Guadalquivir y hacia el oeste se encuentra el término municipal de
Hornachuelos. Por tanto, se trata de una zona de transición entre los Pedroches y el área más montañosa
de Sierra Morena, presentando una configuración orográfica desigual, combinando extensas llanuras con ali-
neaciones montañosas de media altitud, conformando un amplio valle a través del cual discurre el río
Guadiato. Este valle está flanqueado por la Sierra de lo Santos y Sierra Boyera, al sur, y, por el batolito de
los Pedroches, al norte. Por lo tanto, este afluente presenta una gran dependencia respecto al relieve, circu-
lando paralelo al eje de plegamiento y estableciendo su cauce en el seno de un sinclinal herciniano, en este
caso, el sinclinal carbonífero del Guadiato. No obstante, a escala geográfica y, teniendo en cuenta el grado
de impacto que posteriormente supondría la industria minera, el paisaje natural de dehesa que caracteriza
este territorio constituye uno de los alicientes geográficos más interesantes por la variedad de color y formas
generadas y, por la evolución que presenta ante los diferentes usos del suelo que ha experimentado.
El paisaje minero y la transformación del territorio
Si entendemos la noción de paisaje como la manifestación formal de las múltiples relaciones que exis -
ten entre el individuo o una sociedad y un espacio topográficamente definido en un periodo determinado, y
cuyo aspecto resulta de la acción en el tiempo, de factores naturales y humanos y de su combinación
14
, su
identificación con la realidad industrial vendrá matizada por la propia actividad. En este sentido, el paisaje
industrial se entiende como creación voluntaria de un nuevo orden social y económico, en el cual el azar y la
necesidad han marcado de forma determinante el territorio"
15
.
Partiendo de esta conceptualización y aceptando que las fases de desarrollo del modelo productivo
como respuesta de la población y círculo que genera unas relaciones concretas y diversas desembocando
en un territorio determinado se evidencian también en la cuenca hullera del Guadiato, entendemos que el pai-
saje creado aparece como resultado de la implantación progresiva de un mayor número de empresas cada
vez más tecnificadas, que suponen un, cada vez más creciente, apego al territorio modificándolo de manera
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drástica tanto en usos del suelo como transformando los elementos naturales en pos de las explotaciones
carboníferas. Pero ¿Cómo se llega a una configuración paisajística de este calibre? ¿Qué categorías o pro-
cesos se suceden hasta desembocar en un paisaje propiamente dicho y, más específicamente, en un paisa-
je industrial minero? La realidad paisajística que nos encontramos parte, en este sentido, de un medio natu-
ral que sufre una serie de procesos como son el descubrimiento del carbón de piedra que subyace a este
entorno, la conquista del territorio, su “bautizo” y, finalmente, la apropiación en la que se engloban la nume-
rosa lista de agentes antrópicos (empresas, particulares,...) que toman este espacio
16
. Por ello, lo que real-
mente marca en un primer momento la transformación de este espacio natural será este componente empre-
sarial ya que, aunque existiera población en los núcleos de Espiel, Belmez o Peñarroya, su impacto, aunque
necesario para la llegada del anterior, no tendrá la misma intensidad ni el mismo efecto. En este sentido el
paisaje natural preexistente a la llegada de estos agentes se caracterizaba por el predominio de encinas y,
en algunos lugares olivos, siendo la ganadería la principal fuente de riqueza económica. Sin embargo, una
nota dominante ha sido la despoblación que había caracterizado al valle del Guadiato en los momentos pre-
vios al desarrollo industrial. Por ello, el paisaje generado cobra importancia como elemento que une al hom-
bre con su entorno. Conviene pues incidir en la vertebración general del paisaje de esta comarca minera y,
posteriormente analizar la tipología paisajística derivada de la explotación de los recursos carboníferos. Sin
embargo, hasta llegar a esta realidad, el medio natural descubierto, conquistado, “bautizado” y apropiado,
pasó a convertirse en territorio el cual, ahora aparece caracterizado tras el proceso anterior, por una serie de
redes, nudos y superficies
17
que no hacen otra cosa que articular y hacer comprensible el espacio hecho
como propio marcando hitos de referencia de carácter visual y ordenándolo en base a la iniciativa de su apro-
piación. Si nos centramos en este territorio, el establecimiento de los flujos de relaciones y transporte median-
te la utilización de diferentes vías de comunicación como la carretera a Córdoba o los diferentes arroyos para
la realización de sondeos carboníferos así como, en un momento posterior, la llegada del ferrocarril, permi-
ten el establecimiento de una serie de flujos cons-
tantes y oscilantes por este espacio que van a
incidir de manera importante en la naturaleza de
la apropiación que cada individuo mantiene con
su territorio que, con sus nudos, redes y sus
superficies claramente definidas por los propios
pobladores/empresas, se divide a su vez en dife-
rentes lugares y que, por tanto, va a suponer que
el paisaje resultante en la cuenca carbonífera del
Guadiato no es sólo ambiente ni entorno sino
que, al contrario, es un todo identitario, histórico y
relacional que atañe a la propia sensibilidad de
quien lo habita
18
.
En este sentido y concretando, el territorio
caracterizado por sus redes, nudos y superficies,
se encuentra dividido en una serie de lugares que
constituyen partes de dicho territorio que se
caracterizan individualmente por esos aspectos
identitario, histórico y relacional. Pero, para que
se convierta en paisaje es necesario que se pro-
duzcan por parte de quienes lo habitan percep-
ciones creativas o acciones creativas que, en
definitiva es el último paso que supone que hay
tantos paisajes como miradas, es decir, artializar
el paisaje, convertirlo en creativo.
19
Por lo tanto,
existe una variación en las percepciones que, a lo
largo de la historia han incidido sobre este espa-
cio por parte de los diferentes pobladores que
contribuyeron al modelado y configuración de la
esencia que, en la actualidad, contemplamos y
analizamos y que posee en tanto que paisaje un
carácter estético particular
20
. Por ello, nos interesa, no tanto el proceso, definido brevemente líneas arriba,
sino el análisis de la realidad actual en la que nos encontramos un paisaje cultural donde la minería ha per-
mitido de una manera más intensa la transformación de un medio natural en un territorio, definido por una
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Castillete metálico: Castillete del pozo Belmez.
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serie de lugares y en el que bajo un paisaje común se esconde la historia de las percepciones creativas que
marcaron y marcan la diversidad de paisajes.
De un modo general, este tipo de paisajes viene determinado por el uso de grandes cantidades de
energía de asentamiento y de mantenimiento/producción, en función de las necesidades de transformación
de la materia. Se trata, por tanto, de una tipología paisajística que podemos denominar productora de ener-
gía
21
y que caracteriza a todas las cuencas mineras suponiendo la localización de las fuentes energéticas lo
que implica la necesidad del transporte al centro de consumo y, consecuentemente, la construcción de gran-
des infraestructuras y una red de transporte fija y permanente
22
. Este aspecto en la cuenca carbonífera del
Guadiato tendrá lugar de manera progresiva, pero el resultado será un paisaje erizado de castilletes extrac-
tivos a los que se suman construcciones anexas y stocks de carbón al aire libre, es decir, gran cantidad de
escombreras. Evidentemente el carbón supone un gran coste de transporte y transformación lo que implica
un proceso de optimización que pasa por enclavar la industria en uno de los lugares de explotación, en este
caso, la propia fundición de la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya (S.M.M.P.) y toda una serie de
instalaciones fabriles destinadas a abaratar los costes. El paisaje resultante conlleva la aparición de centros
industriales especializados, con grandes instalaciones energéticas para transformar la materia, enorme alma-
cenamiento de materias y una potente red de transporte (ferrocarril, principalmente). Sin embargo, el gran
volumen de materia consumida respecto al producto final y la baja eficiencia energética dará lugar a una
enorme entropía y contaminación del paisaje
23
.
CASTILLETES Y POZOS DE LA MINERÍA DEL CARBÓN
La figura del castillete se centra en las labores de extracción, en función de las cuales ha derivado en
una estructura y morfología que, a parte de la diversidad de tipologías existentes, nos ofrece un esquema
funcional similar en prácticamente todos los ejemplos. Las estructuras que componen los castilletes y pozos
responden a una necesidad de transporte requerida en la industria extractiva tanto de la minería subterránea
como la minería a cielo abierto. El transporte al que nos referimos (minería subterránea), consistente sustan-
cialmente en el desplazamiento de material y personal.
Análisis tipológico y funcional
El análisis de la infraestructura industrial de una instalación de extracción vertical o, lo que es lo mismo,
de las manifestaciones materiales de la explotación y extracción de las minas de carbón del alto valle del
Guadiato, obliga a centrar la atención en el estudio de los castilletes que se levantaron en este espacio
haciendo hincapié en una primera conceptualización, que sirva de marco para analizar las diversas tipologí-
as y los factores y condicionantes que intervienen en ellas. Toda la diversidad de tipologías que se presen-
tan parte de un esquema base, con una funcionalidad concreta.
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Castillete mixto:
Castillete del pozo Albardado.
Castillete de mampostería:
Castillete del pozo Franco.
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De este modo todas estas construcciones actúan a modo de cabrestante, consistente en una estructu-
ra de eje vertical que se emplea para mover grandes pesos por medio de una maroma o cable que se va
arroyando en él a medida que gira movido por la potencia aplicada en unas barras o palancas que se intro-
ducen en las cajas abiertas o en el canto exterior del cilindro o en la parte alta de la máquina. Este tipo de
construcciones se emplea en la industria naval o en los propios astilleros para levantar grandes pesos. En
minería se va aplicar el esquema funcional descrito para levantar la infraestructura que permita elevar la
carga del mineral y poder transportar a los operarios sin ningún problema. Ahora bien, en la literatura cien-
tífica al uso, las denominaciones que nos encontramos son muy diversas, tales como castillete, malacate o
cabria, diferenciadas por la disposición de los elementos que conforman su estructura. De manera que al
hablar de un castillete hemos de referirnos a aquella construcción que presenta dos tornapuntas que sopor-
tan la mayor parte de los esfuerzos y que se une con la estructura central, vertical, destinada a soportar los
esfuerzos residuales y a alojar una serie de dispositivos, formada por cuatro pilares. En esta estructura se
alberga además el sistema de poleas que permite el deslizamiento del cable, accionado mediante la máqui-
na de extracción. Por otro lado, la cabria se constituye como aquella infraestructura diseñada igualmente para
levantar pesos y cuya armazón consiste en dos vigas ensambladas en ángulo agudo, mantenidas por otras
dos que conforman la estructura. Entre las dos vigas se sitúan las poleas que reciben los cables con los que
se maniobra el peso.
Finalmente el concepto de malacate se asemeja mucho a las anteriores definiciones y, por ello, son
muchos los investigadores que emplean este término para hablar o referirse indistintamente a un castillete o
a una cabria; sin embargo esta construcción constituye una máquina, también a manera de cabrestante que
tiene el tambor en la parte superior y debajo las palancas a que se engancha la fuerza motriz.
A la hora de referirnos a estas construcciones emplearemos el término castilletes para hablar del con-
junto de todos ellos; sin embargo en la geografía de la cuenca existen cabrias y castilletes indistintamente y,
por ello, emplearemos el vocablo correspondiente para referirnos a cada uno de ellos.
Apoyados en estas definiciones, el desarrollo de la industria minera en la cuenca carbonífera del
Guadiato ha generado una serie de tipologías que podemos agrupar de la siguiente forma:
El origen de esta diversidad hemos de buscarlo en una serie de condicionantes que de modo des-
igual intervinieron en las explotaciones del carbón de esta comarca. Así, el grado de planificación en el pro-
ceso de explotación, indica una mayor o menor producción prevista para explotar o una variación en la téc-
nicas de laboreo y, en consecuencia una dotación de altura y consistencia al castillete que varía considera-
blemente en función de esos parámetros. Por otro lado, existe una constante, evidente por otra parte, que
nos habla de una mayor tecnificación en el levantamiento de estas estructuras a medida que nos acercamos
al siglo XX, de manera que, los castilletes levantados en un principio eran fundamentalmente de madera o
de mampostería, lo que se encuentra estrechamente ligado con el condicionante expuesto líneas arriba ya
que los recursos de las primeras empresas para explotar el carbón mineral, resultaron bastante precarios,
unido a la deficiencia en el transporte, lo que incidía en el hecho de que no era necesario extraer excesivas
cantidades de carbón. Al mismo tiempo, la propia formación de los ingenieros y la influencia en la planifica-
ción de las empresas extranjeras dieron un salto a la construcción de estas infraestructuras dotándolas pro-
gresivamente de los más modernos sistemas de seguridad y de unas estructuras metálicas que, ahora sí,
entroncan directamente con las realizaciones ingenieriles más sublimes y que muestran una tratamiento de
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CASTILLETES
CASTILLETES METÁLICOS
CASTILLETES NO METÁLICOS
MAMPOSTERÍA
CABRIAS
CASTILLETES
SÓLO
MIXTOS
MAMPOSTERÍA
Metálicos y
mampostería
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la “estereotomía del hierro” al que adscriben una valo-
ración estética notable. Este paso adquirió especial rele-
vancia con la aparición de la Sociedad Minera y
Metalúrgica de Peñarroya (S.M.M.P.) que comenzó a
actuar sobre todas las instalaciones que empezaba a
colocar bajo su propiedad.
Tras exponer los factores que inciden en las
variaciones a nivel tipológico, procederemos a analizar
cómo se manifiestan en la realidad patrimonial de este
territorio haciendo hincapié en los aspectos específicos
que otorgan un carácter genuino al conjunto de estos
bienes. En este sentido, respecto a las cabrias son
pocos los ejemplos que quedan en la cuenca, destacan-
do la del pozo Cervantes 1 y la levantada en el Pozo
Aurora. La estructura de esta tipología viene definida por
dos pilares roblonados
24
y dos contrafuertes que se
unen mediante una plaza metálicasoldada. Se encuentran divididos en cuatro tramos y en el cuerpo superior,
al que se accede por una escalera de mano, se sitúan las poleas dispuestas paralelamente.
Por su parte, los pilares están formados por dos vigas paralelas unidas por un entramado de peque-
ños travesaños a bisel y perpendiculares a la dirección del pilar, desarrollando en toda su estructura apoyos
de tracción-compresión; por el contrario, los contrafuertes están realizados a partir de viga maciza. Al mismo
tiempo, ambos elementos, pilares y contrafuertes se encuentran unidos entre sí por dos vigas paralelas de
celosías, de manera que los puntos de inserción están reforzados mediante chapas metálicas.
Seguidamente, el segundo y tercer cuerpo se refuerzan mediante crucetas, que consisten en las aspas cre-
adas a partir de la intersección de dos series de líneas paralelas. Ahora bien, el cuerpo superior posee este
refuerzo sólo en su parte frontal, ya que por la posterior se deslizaban los cables que permitían la subida y
la bajada de las jaulas. Finalmente, la estructura de la cabria descansa sobre unas zapatas de hormigón
mediante unos refuerzos metálicos con sección estrellada, conformando en planta una morfología rectangu-
lar.
El conjunto de castilletes propiamente dichos se encuentra formado por el Pozo Belmez, Pozo San
José, Pozo Cervantes 2, el Pozo nº 4 de la mina Terrible y, en el término municipal de Espiel, el Pozo Espiel
, el pozo Retorno Espiel y el Pozo Antolín, de cual no quedan hoy restos materiales pero que representa, a
través de los documentos gráficos, uno de los ejemplos más impresionantes de la arquitectura metálica de
los ingenieros. De planta cuadrangular, tipológicamente constituyen una unidad pero al analizar cada uno de
los ejemplos, encontramos diferencias que nos hablan de esa progresiva introducción de mejoras técnicas y
de seguridad en beneficio de la productividad y al amparo de la legislación vigente. La mayoría de ellos están
formados por seis tramos, aunque este número puede variar en función de la altura; en este sentido, el pozo
Cervantes 2 responde a una articulación en tres cuerpos frente a los cinco del pozo Belmez o los seis del
pozo San José. Las “columnas” que componen la estructura son roblonadas y en su coronación, la platafor-
ma de apoyo de las poleas está cubierta con el puente. Los puntales, esto es, las piezas metálicas que sos-
tienen las cubiertas, identificadas con los contrafuertes de las cabrias, son vigas de celosía en su mayor parte
y poseen apoyos de tracción-compresión en toda su estructura y que se manifiestan, entre otros lugares, en
el mecanismo de fuerzas que se establece en las crucetas mediante un sistema de aspa. Como norma gene-
ral no presentan amaine.
Los realizados en mampostería son más numerosos, y se encuentran representados por Pozo Arcadio,
Pozo Lucas Mallada, Pozo Franco y Pozo Padre Murillo. En ellos se observa el uso de pequeños bloques de
piedra mezclados con fragmentos de ladrillo y argamasa, formando un bloque consistente que se articula en
forma de dos alas que funcionalmente actúan de la misma manera que las cabrias y castilletes metálicos,
aunque más cercanos a las primeras, de manera que en una sola pieza sintetizan vigas principales y contra-
fuertes. Por otro lado, se observa en alguna de esta manifestaciones el empleo del ladrillo común y, en otras
ocasiones, se encuentra compuesto por carbonilla, mezcla de cal y carbón que se puede constatar en el pozo
Albardado, a pesar de que fuera mixto, y en Lucas Mallada.
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Cabria del pozo Cervantes 1
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De la mayoría de
los castilletes no se
conservan ni las poleas,
ni las infraestructuras
anexas, tales como
salas de máquinas u
otros espacios. Si es
notorio, por otra parte,
que las esquinas de
estas construcciones en
mampostería se recu-
bren en su mayoría con
ladrillos de carbonilla o
con pequeños cubos
pétreos dispuestos a
sardinel o bien, traba-
dos. Al mismo tiempo,
como norma general se
encuentran cegados y
aún presentan los hue-
cos donde se engarza-
ban las vigas metálicas
que sostenían las pole-
as.
Finalmente los castilletes mixtos realizados con base de mampostería a la que se adosa una estruc-
tura metálica, constituyen un grupo que integran el Pozo Cervantes 3, Pozo Santa Rosalía y Pozo Albardado.
Aunque en la mayoría de estos castilletes sólo se conserve la estructura de mampostería, ya que la infraes-
tructura metálica ha sido arrancada, a través de documentación gráfica histórica es posible obtener una ima-
gen de su estado original, sobre todo en el pozo Albardado. En este sentido, responden a la misma nomen-
clatura y descripción que los metálicos para la parte realizada en este material y, al mismo tiempo, se identi-
fican con los de mampostería en su parte inferior.
¿Hacia una estética del patrimonio minero?
Considerando la evolución del enfrentamiento entre arte y técnica
25
y la disputa entorno a la consi-
deración estética de las obras de ingeniería, cercanas a la arquitectura del hierro, no debemos olvidar que
nuestro objeto de investigación, aunque dentro de la ingeniería, es quizás el que menos se vincula directa-
mente con esta polémica arte-técnica. Ahora bien, como productos de una formación integral en unas escue-
las politécnicas en las que se respiran estas nuevas tendencias, es posible rastrear en estos castilletes metá-
licos e incluso en los de mampostería, así como en la morfología de la propia maquinaria de extracción, diver-
sos aspectos que obligan a pensar en un aporte estético, entendido desde la nueva funcionalidad expresa-
da por Etienne Souriau
26
, a partir de la obra La Belleza Racional, escrita por su padre Paul Souriau, “Toda
cosa es perfecta en su estilo cuando es acorde con su fin”. De esta afirmación se deduce que, a nivel gene-
ral, los valores estéticos que venían atribuyéndose a las manifestaciones de la industria se basaban en dos
factores fundamentales como son los nuevos materiales, hierro y acero en un primer momento y, por otro lado
el propio sistema de dependencias derivado del fenómeno industrializador. No obstante, no debemos olvidar
que las preocupaciones estéticas de los grandes ingenieros se ponen de manifiesto si contrastamos su pen -
samiento con sus obras. Su declarado funcionalismo queda entonces matizado, rebatido por un proceder que
no es tan funcionalista
27
.
En este sentido, surgen nuevas virtudes asociadas a la actividad de los ingenieros, a saber, asegurar la
satisfacción de las necesidades creadas, con la aparición del nuevo orden socioeconómico, derivado de la
industrialización; lograr esa satisfacción con el mínimo esfuerzo y crear posibilidades completamente nue-
vas, produciendo objetos que no hay en la naturaleza del hombre. Para que esta reflexión se llevara a cabo,
resultó necesario que se asentaran diversos condicionantes como la producción de estos materiales en gran-
des cantidades y a bajo costo; la posibilidad de transportarlos fácilmente, incluso en forma de elementos pre-
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Castillete del pozo Antolín (hoy desaparecido). Colección Francisco José Aute.
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fabricados, de las fábricas a las obras; sus cualidades intrínsecas de materiales de soporte y la posibilidad
de cubrir amplios espacios con el mínimo estorbo de puntos de apoyo
28
; la economía en tiempo y costo de
construcción; el progreso de las ciencias de la construcción y el cálculo matemático de cargas y tensiones y
la formación de escuelas especializadas para ingenieros
29
. Junto a todo ello y como agente directo en la pro-
pia gestación de estos valores asociados a las obras surgidas de la ingeniería, el proceso mediante el cual
lo funcional fue echando raíces cada vez más profundas (...) fue acompañado de la bien conocida separa -
ción profesional entre arquitectos e ingenieros, una grieta que, al cabo de un siglo, sería casi un abismo insal -
vable
30
. Lo cierto es que los ingenieros supieron desarrollar una estética particular moviéndose en general
en una especie de eclecticismo controlado, siguen[do] formas y tipologías que se imponen por razones eco -
nómicas, constructivas o de fabricación de materiales. Aunque haya una considerable permeabilidad inter -
nacional en las formas y a veces un inconfesado o inconsciente mimetismo de los maestros, lo que se puede
afirmar es que no hay ismos en la ingeniería en general [y, ni mucho menos en la ingeniería de minas], al
menos de modo liberado
31
.
Lo cierto es que, como marco a los aspectos estéticos que se barajan en la construcción de infraestruc-
turas para las actividades extractivas del carbón en el valle del Guadiato, en la ingeniería civil convivieron
formas, tipologías y materiales en combinaciones muy diferentes, siempre en competencia unos con otros.
Al respecto, los años que transcurren entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX son un ejem-
plo nítido de esta distinción que venimos repitiendo, ya que, mientras que la arquitectura se transformaba en
bloque y unitariamente de barroca a neoclásica(...), en la ingeniería civil compiten entre sí con fuerza los dife -
rentes modos de transporte (carreteras, canales y ferrocarriles) como los distintos materiales (madera, pie -
dra y hierro) y tipologías estructurales (colgantes, celosías, cajones huecos, bóvedas, columnas y vigas,...),
de forma que las combinaciones son múltiples
32
. Pero, aún hay más ya que la competencia técnica y eco-
nómica entre las distintas soluciones no se manifestaba sólo a corto plazo, sino también valorando la con-
servación; se trataba tanto de una competencia comercial, de lanzamiento e imposición de nuevos materia-
les, y simbólica, que buscaba el triunfo de la última solución entre las precedentes.
Ahora bien, sin olvidar este proceso general que sufrieron las ideas aplicadas a la relación arte-máqui-
na y las consideraciones estéticas que se desprendieron del establecimiento de un ambiente propicio para
el levantamiento de estas construcciones, para entender la valoración de la belleza que presenta el funcio-
nalismo de las infraestructuras erigidas para responder a las actividades mineras, hemos de hacer hincapié
en los factores que envolvieron la creación de tales manifestaciones, centrados en la influencia francesa y
en la propia formación de los ingenieros entorno al progreso de las escuelas de ingenieros y la, cada vez
más debilitada, dependencia de la acción extranjera en la cuenca. Evidentemente la diferencia tecnológica
que presentan los distintos castilletes nos obliga a centrar el discurso estético ligado a la arquitectura del hie-
rro, solamente en ciertos ejemplos (Pozo Belmez, Pozo Cervantes 1, Pozo Aurora, Pozo San José). Sin
embargo, el pozo Antolín (hoy desaparecido) nos ofrece un testimonio verdaderamente revelador de la con-
cepción estética de la que participó. Realmente, los valores estéticos que se desprenden de estas construc-
ciones metálicas son las que se respiraban en el ambiente de las escuelas de ingenieros del París de media-
dos y finales del siglo XIX
33
.
En este sentido, material, construcción y proporción determinan la estética de la construcción-esquele-
to de hierro y acero
34
. La construcción, es decir, la ordenación y unión de las partes soporte, depende pri-
mariamente de la función de la instalación, de la profundidad del pozo, de los empujes decisivos. Los inter-
valos y dimensiones de los soportes resultan de los programas de aprovechamiento y de una distribución
científica de la carga y, al mismo tiempo, los perfiles de los apoyos y soportes son establecidos en la pro-
ducción industrial. Hay pocas formas básicas, pero éstas se escalonan por centímetros en series desde un
perfil fino como un lápiz hasta otro que presenta un grosor considerable. Junto a todo este entramado de
estructuras y fuerzas que operan en sus constantes relaciones, hemos de hacer hincapié en dos aspectos
básicos que interviene de modo directo en sus valores estéticos como son la forma y los materiales, a los
que ya hemos aludido pero a los que nos referiremos en otro sentido. En primer lugar, la forma que, en defi-
nitiva, es un resultado dialéctico de muchas contradicciones y condicionantes (económicos, sociales,
ambientales, ...).
Las formas de algunos de estos castilletes, pues, no se derivan exclusivamente de las exigencias fun-
cionales y resistentes, sino que escapan del puro dominio de la lógica para entrar en las secretas fronteras
de la inspiración
35
. Sin embargo, y aquí existe una vasta tradición que subyace a la ingeniería de minas, no
debemos olvidar que las formas del pasado tienen consistencia y que en la configuración de las formas de
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los castilletes mineros decimonónicos y los valores estéticos que se desprenden, desempeñó un papel fun-
damental la situación histórica de la extracción del carbón ya que, participa en espíritu de las construcciones
que constituyen el núcleo central de nuestra investigación.
Así mismo, y de modo progresivo, esa complejidad [con que contaba la ingeniería metálica del siglo XIX]
nacía de las limitaciones técnicas, de las acuciantes exigencias sociales y de los presupuestos limitados que,
en vez de estorbarles y apartarles de lo creativo, procuraban la grandeza y belleza de sus estructuras
36
. Por
otra parte, el hierro como material esencial en la configuración estética de estas obras, supone para la obra
final que constituyen los castilletes, forzosidad y artificio, de manera que cada material crea sus propias for-
mas resistentes y constructivas. En nuestro caso, se trata de unas estructuras basadas en un sistema de
uniones tipológicas que se repiten constantemente, basadas en vigas roblonadas, vigas de celosías, cruce-
tas y otros elementos que configuran la morfología de un castillete metálico.
La construcción estructural trata de conseguir la expresión artística por medio de la unidad de mate-
rial, construcción y forma con una lógica objetiva que deja poco lugar a reflexiones artísticas e invenciones
formales separadas
37
. La forma debe poner de manifiesto lo esencial sin ningún efecto decorativo, como
Sullivan la definió en 1896: “La forma sigue siempre a la función, y esta es la ley”
38
. Se mantiene, al respec-
to, la tradición de las construcciones amplias y transparentes, como manifiestan numerosos edificios, tales
como naves fijas y desmontables, puentes, postes de celosía (torres de estación emisora) y muchos edificios
especiales para la industria. La tendencia al respecto consiste en el desarrollo de infraestructuras y espacios
cada vez más ligeros mediante el mejor aprovechamiento del material
39
. No obstante, hemos de diferenciar
entre este tipo de obras de ingeniería y las espaciosas construcciones de entramado, para las que se prefie-
ren los tubos de acero sin soldaduras, los cuales, en las menores longitudes posibles e iguales secciones,
son ensamblados con ayuda de múltiples puntos de unión iguales para formar grandes superficies de enre-
jado que se sostienen a sí mismas.
NOTAS
1
La ley de Minas de 1825 supuso un empuje para el renacer de la industria minera española tras el fenómeno de la emi-
gración hacia América, el desarrollo de epidemias y el peso de la Guerra de la Independencia, que provocaron que la pri-
mera Revolución Industrial apenas se detuviera en esta comarca. Esta ley fue progresivamente completada en 1843,
1859 y 1868, definitivamente y hasta 1944. PEÑARROYA-ESPAÑA, Libro del Centenario, 1891-1981. Sociedad Minero
Metalúrgica de Peñarroya. Madrid, 1983.
2
Jorge D. TARTARINI, Arquitectura Ferroviaria, Ed. Colihue, Buenos Aires, 2002, p. 11.
3
Desde el mismo momento en que se originan los espacios industriales, su carácter funcional, racional y adaptativo, con-
dicionan la naturaleza de tales transformaciones, brevemente resumidas en: ampliaciones (adiciones de elementos
correspondientes a etapas distintas de una historia acumulativa y que suponen ciertas demoliciones de algunos espa-
cios); cambios de uso (modificando el espacio diáfano); transformaciones profundas en su estructura ocasionadas por
cambios en el proceso productivo o en los modos de obtención de energía y, por último, reconstrucción de un espacio
por demolición. Ver Inmaculada AGUILAR CIVERA, “Restauración del patrimonio arquitectónico industrial”, CUADER -
NOS del IAPH, XII, Ed. Comares, Granada, pp. 160-203.
4
Miguel GIMÉNEZ YANGUAS, “Patrimonio Industrial en Andalucía: una apuesta conservacionista”, Anuario Etnológico
de andalucía 1995-1997, DGBC, Consejería de Cultura, Sevilla, 1999, p.301.
5
Franco BORSI, Introduzione alla Archeologia industriale, Offizcina Edizioni, Roma, 1978, pp. 34-40.
6
“A quienes -en último extremo- corresponde la defensa del Patrimonio es aquellos que están más próximos al mismo,
y son las administraciones culturales y educativas locales las que tienen una importante labor que hacer en este terreno,
delimitando los elementos a proteger y movilizando este patrimonio como un bien que posee un valor cultural y educati -
vo estimable”. Miguel GIMÉNEZ YANGUAS, op cit, p. 303.
7
Ibid, pp. 303.
8
Ibid, pp. 301.
9
Este cambio de actitud se sintetiza en las palabras de Louis Bergeron: “le respect porté aux témoins matériels et à la
mémoire de lindustrie, la reconnaisance de leur porté culturelle, sont affaire dattitudes collectives daccueil ou de refus
à légard dingrédients nouveaux que le XXe siècle finissant nois invite à incorporer aux grandes valeurs nationales pro -
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pres aux différents pays industrialices”. Louis BERGERON, “Le Place du Patrimoine industriel dans la culture occidenta-
le aujourdhui”, En GARCÍA HOURCADE, J. L.; MORENO YUSTE, J. M. y RUÍZ HERNÁNDEZ, G. (Coord): Estudios de
Historia de las Técnicas, La Arqueología Industrial y las Ciencias. VI Congreso de la Sociedad Española de Historia de
las Ciencias y las Técnicas, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura, Segovia, 1998, pp. 31.
10
Lorenzo CARA BARIONUEVO, “El Patrimonio minero andaluz. El futuro de un pasado”, Boletín del IAPH, 45, 2003,
pp.40.
11
Ibid.
12
Mercedes LOPEZ GARCIA, “El concepto de patrimonio: el patrimonio industrial o la memoria del lugar”. en FERNAN-
DEZ GARCIA, A. y ALVAREZ ARECES, M.A., (Coords.): Arqueología Industrial (monográfico) ÁBACO, Nueva Epoca, Nº
1, Primavera 1992, Gijón, pp. 9-12.
13
Plan de Desarrollo Rural en el Valle del Alto Guadiato, Grupo de Desarrollo Rural del Valle del Alto Guadiato,
Fuenteobejuna, 2001.
14
Fernando MORENO DE BARREDA (dir.): El Patrimonio Cultural en el Consejo de Europa. Textos, conceptos y con -
cordancias. Hispania Nostra-Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1999, pp. 351
15
Julián SOBRINO SIMAL: Arquitectura industrial en España, 1830-1990, Cátedra, Madrid, pp. 77.
16
Juan OJEDA: “Desarrollo y patrimonio paisajístico”, Curso de doctorado en Gestión de Patrimonio Histórico,
Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, 2004, publicado en “Desarrollo y Patrimonio paisajístico, Boletín del IAPH, 42.
17
Juan OJEDA: Op. Cit.
18
Ibidem.
19
Ahora bien, en última instancia hemos de caracterizar esas percepciones. Por ello, según Juan Ojeda, éstas pueden
ser primarias, connotativas, comunes o institucionalizadas. Mientras que la identitaria es la que vive en el paisaje y que
se sabe dentro del mismo con el establecimiento de una serie de elementos simbólicos (realmente es la que aquí emple-
amos), puede haber percepciones connotativas, es decir, las que experimentamos a nivel global sin haber vivido ese pai-
saje concreto. Por otro lado, las instituciones pueden convertir elementos creativos o identitarios en paisajes propiamen-
te dichos y, finalmente el paisaje resultante de los factores que nos han inducido a construirlo como elementos comunes
a todos nosotros, se convierte, en definitiva, en un tipo de paisaje que hemos asumido desde la infancia como arquetipo.
Ibidem.
20
El carácter estético de esta manifestación no responde a un paisaje natural ni a un agradable paisaje cultural de tiem -
pos pasados, sino a un paisaje industrial con huellas evidentes de una reiterada transformación, explotación e incluso
devastación. Tampoco es, ni mucho menos, un trozo de pasado definitivamente ido: aún se sigue extrayendo hulla. [...]
Ahora bien, y esto es lo decisivo, “aún” el final de esta época hace tiempo que empezó. El presente no tiene mayor futu -
ro, comienza a convertirse en pasado. Y ahora [estas miradas] se detienen en la cuenca [minera] y percibe cualidades
estéticas en la fealdad que antes no habían salido a la luz o no habían sido tomadas en cuenta. [Sin embargo] Los edi -
ficios y los complejos no están aislados, sino que forman un conjunto, están en consonancia con su entorno, con los mon -
tículos de carbón y los baldíos, y entre todos forman un panorama lleno de interés. Y se funden en un paisaje, un paisa -
je industrial. Si bien este paisaje está alejado del estado natural, también hay aquí naturaleza. [...] La naturaleza indus -
trial es una naturaleza secundaria de ese paisaje y por lo mismo constituye una parte de la cultura industrial que ha pasa -
do desapercibida durante mucho tiempo. El proceso de estetificación de regiones en otra época consideradas como feas
puede estudiarse actualmente. Antonia DINNEBIER: “Altos Hornos en Arcadia”, en Humbodlt, 134, Bonn, 2002.
21
Gerard FERNÁNDEZ TATJÉ: “Clasificación de paisajes en función de la energía”, en Actas IV Congrés de Ciencia del
Paisatge, Universidad de Barcelona, Barcelona, 2000.
22
M. De BOLÒS: Manual de Ciencia del Paisaje. Teoría, métodos y aplicaciones, Mason, Barcelona, 1992.
23
Gerard FERNÁNDEZ TATJÉ: Op. Cit. Ver también Jürgen NEFFE: “Flores en la Cuenca del Ruhr”, en Humboldt, 127,
Bonn, 1999.
24
Por roblón entendemos el clavo o clavija de hierro o de otro metal destinado a ser remachado.
25
Ver Pierre FRANCASTEL, Arte y técnica en los siglos XIX y XX, editorial debate, Madrid, 1990.
26
Etienne SOURIAU: “Labstraction sentimentales”, en Revue dEsthétique, nº 13, 1952.
27
José Antonio FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ: El pensamiento estético de los ingenieros. Funcionalidad y belleza, Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1990, pp. 31.
28
La aparición del perfil "doble T" en 1836, permite la sustitución de la madera y, al mismo tiempo, revoluciona la indus-
tria de la construcción creando las bases para lo que será una de las obsesiones de los arquitectos modernos: la cons-
trucción en serie y la prefabricación. Hoy en día, siglo y medio después, la arquitectura en hierro sigue apoyándose en la
estandarización de piezas, lo que crea grandes limitaciones para su uso. Ver Francisco CALVO SERRALLER: “La arqui-
tectura del hierro como símbolo de la cultura industrial”, CAU, 65, 1980.
29
Giulio Carlo ARGAN: El Arte Moderno 1770-1970. Ed. Akal. Madrid, pp.165.
30
José A. FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ: Op. Cit, pp. 38 y ss.
31
Ibidem.
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32
Ibidem.
33
Como análisis profundo de la difusión de las ideas estéticas de los ingenieros resultan muy interesantes las publica-
ciones: RAGGHIANTI, C. L.: Estética industriale, Sele Arte, Florencia, 1952; COMBET, G.: “Esthétique et économie,
Technique, Art, Science”. En Revista de enseñanza técnica, Paris, 1954; AAVV: Arquitecturas de ingenieros, siglos XIX y
XX, Ministerio de Cultura, Madrid, 1980; AAVV: Betancourt. Los orígenes de la Ingeniería Moderna en Europa, MOTMA,
Madrid, 1996.
34
Carlos FERNÁNDEZ CASADO: Estética de las artes del ingeniero, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando,
Madrid, 1976, pp. 18 y ss.
35
José A. FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ y José R. NAVARRO: Eduardo Torroja: ingeniero, Pronaos, Madrid, 1999, pp. 57.
36
José A. FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ: Op. Cit, pp. 50.
37
Carlos FERNÁNDEZ CASADO: La arquitectura del ingeniero, Alfaguara, Madrid, 1975, pp. 55 y ss.
38
Ibidem.
39
José Antonio FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ: Op. Cit , pp. 44.
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